Consagración de Venezuela al Santísimo Sacramento del Altar
Consagración de Venezuela al Santísimo Sacramento del Altar
La consagración de Venezuela al Santísimo Sacramento del Altar ocurrió el 2 de julio de 1899, iniciativa promovida por Mons. Juan Bautista Castro. Esta consagración se realizó en un contexto de dificultades para la Iglesia y el país, buscando en la Eucaristía un refugio y fortaleza espiritual. La ceremonia tuvo lugar en la Catedral de Caracas, presidida por Mons. Críspulo Uzcátegui, y fue un acto de fe que buscaba la unidad y la protección divina para Venezuela.
La historia de esta consagración se remonta a la difícil situación que enfrentaba Venezuela en aquel entonces, marcada por conflictos políticos y sociales. Mons. Juan Bautista Castro, viendo la necesidad de un acto de fe que uniera a la nación, propuso al episcopado la consagración de Venezuela al Santísimo Sacramento. La petición fue aceptada y se oficializó la ceremonia el 2 de julio de 1899, con la lectura del Acto de Consagración por Mons. Críspulo Uzcátegui.
“Que se levante sobre Venezuela el Sol de la Divina Hostia, que se levante este Sol amado de las almas para nunca más ocultarse en el horizonte de nuestra Patria”.
Estas hermosas palabras corresponden al arzobispo de Caracas, monseñor Juan Bautista Castro en su carta pastoral del 17 de septiembre de 1906. La frase recoge su devoción a la eucaristía. La salida de la oscuridad.
Juan Bautista Castro nació en Caracas, el 19 de octubre de 1846. Desde los inicios de su formación sacerdotal encontró fuerza en la eucaristía adquiriendo sólidos conocimientos teológicos que fortaleció con la oración y otras prácticas de piedad. Sin embargo, aquel momento no era fácil para la iglesia. Esta venía debilitada del proceso de Independencia. Tenía un clero reducido y trataban de ahogarla por un conflicto personal y político surgido entre el general Guzmán Blanco –Presidente de Venezuela- y el Arzobispo Silvestre Guevara y Lira, en el año 1870.
A ello se suma otro problema surgido con uno de los ministros de Guzmán Blanco. En este caso a quien se le negó la dispensa de su matrimonio y los recaudos necesarios para casarse con la hijastra. Sumando todo, se produjo el destierro del arzobispo de Venezuela. Luego ocurren los intentos de controlar a la iglesia, el cierre de seminarios y la expulsión de religiosos y religiosas.
Otro punto que vendrá a añadir fuego a la tensa situación tiene que ver con la instauración del matrimonio civil. Sin dudas, la iglesia estaba debilitada y las facciones internas a punto generar un cisma con Roma. Solo quedaba clamar a Jesús, con un corazón contrito y humillado.
En ese contexto, el presbítero Juan Bautista Castro había motivado la devoción a Jesús Sacramentado como una manera de fortalecer la fe de la iglesia, del clero y la feligresía. Elevó su propuesta a las más altas autoridades eclesiásticas siendo escuchado. Se realizaron los actos y desde el 2 de julio de 1899, Venezuela quedó consagrada al Santísimo Sacramento.
Pedro Reinaldo Bravo afianza que estos acontecimientos hicieron surgir la iniciativa del padre Castro de consagrar al país como República del Santísimo Sacramento.
“Se constituyó una junta nacional presidida por el doctor Francisco Izquierdo Martín quien presentó la propuesta a los obispos de Venezuela, la cual fue aceptada”, relata en nota enviada a Aleteia.
“Juan Bautista se distinguió por su gran amor a la eucaristía en todo momento”, dice. “Algunos años antes de la consagración, estableció la adoración perpetua al Santísimo Sacramento al principio en la Iglesia de Las Mercedes en Caracas. La misma fue trasladada a Santa Capilla –en el centro de Caracas- que fue construida con esa finalidad y para ser también Santuario Eucarístico”.
Entre las obras de Castro resalta la fundación en 1896, junto a la Hermana Juliana, de las Siervas del Santísimo Sacramento con varias jóvenes caraqueñas a quienes preparó a los pies de Jesús Sacramentado en Santa Capilla. Fue miembro de la Academia Venezolana de la Lengua y fundador de periódicos. Con el diario “El Ancora” inició la prensa católica en Venezuela no sólo para divulgar los documentos pontificios, también defendía los intereses de las iglesias en esa época.
Debido a las constantes denuncias en contra del gobierno, el General Guzmán Blanco prohibió la publicación de El Ancora y envió a la cárcel al padre Castro. El sacerdote no se amilanó y en el año 1890 fundó otro diario: La Religión, que se convirtió en el decano de la prensa nacional. También fue arzobispo de Caracas entre 1904 y 1915, desarrollando una pastoral intensa y reconocida.




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