MUERTE Y ENTIERRO DEL LIBERTADOR

PADRE DE LA PATRIA


Historia y Traición.

Pincelada Histórica.

El 27 de abril de 1830, nuestro Libertador presentó su irrevocable Renuncia  al Congreso Admirable.

Vendió sus caballos y vajillas por 17.000 pesos para sus gastos; cantidad disminuida en el trayecto. El 8 de mayo salió de Bogotá a la población La Honda para trasladarse a través del rio Magdalena hasta Cartagena de Indias.  Deseaba viajar a Curazao, Jamaica y Londres para tratar su delicada salud.  Se sentía vejado, traicionado y agredido por todas las injusticias e ingratitudes.   Deseaba olvidar y que lo olvidaran.

No poseía al momento, ni recursos económicos, ni resistencia física para soportar la larga travesía.

El 1ro de julio recibió  la infausta noticia del asesinato del general Sucre, “El Abel de América.

En octubre se encontraba en la población de Soledad cerca de Barranquilla.  El 8 de noviembre llegó a Barranquilla.

A través del general Mariano Montilla, comandante del Departamento del Magdalena, recibió las facilidades del buque “Manuel”, propiedad del bondadoso español Joaquín de Mier y Benítez, que lo trasladó desde Sabanilla a Santa Marta.  Montilla conocía desde 1822 a Don Joaquín De Mier.  Es alojado en la Casa de la Aduana desde su llegada el 1ro de diciembre,

El día 6 es bienvenido en San Pedro Alejandrino, hacienda-ingenio, cedida por Don Joaquín, quedando a partir de ese momento bajo los solícitos cuidados del doctor francés, Alejandro Próspero Reverend; llegado a Santa Marta desde 1824.

Al siguiente día realizó un corto recorrido a la residencia; al ver un crucifijo y un libro titulado Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, le dijo a Don Joaquín:

"Don Quijote, Jesucristo y yo, hemos sido los grandes majaderos del mundo".

En momentos de lucidez, dictó el día 10 su Voluntad Testamentaria y su Última Proclama dirigida a los pueblos; igualmente recibió de monseñor José María Estévez, obispo de Santa Marta, los auxilios espirituales.

El 17 la enfermedad estaba muy avanzada; recibió el Sacramento de la Extremaunción por parte del sacerdote Hermenegildo Barranco, Cura de Mamatoco.

Estaban presentes: los generales Mariano Montilla, José  María Carreño, José  de la Trinidad Portocarrero y Laurencio Silva, igualmente Don  Joaquin de Mier, los coroneles Leonardo Infante, Pedro Briceño  Méndez y Belford Wilson; capitán Andrés Ibarra; tte Fernando Bolivar y José Palacios el fiel mayordomo, quien en un rincón sollozando dijo:  "Se me muere el viejo".

A la una y tres minutos de la tarde, nuestro Libertador entregó su alma al Supremo Creador, para convertirse en el “Caballero andante inmortal de la historia”.

Luego de la autopsia realizada a las cuatro de la tarde por Reverend cerca de la cocina; al momento de vestir el cadáver, notó que la camisa disponible del Libertador estaba en mal estado, exclamó:  "Bolívar ni muerto merece una camisa rota".  Le colocaron una cedida por el ilustre prócer de Tinaco, José Laurencio Silva.  El humilde féretro fue construido por el carpintero Diego Soto, utilizando seis tablas y suficientes clavos y tachuelas.  Los vecinos proporcionaron telas para colocarlas dentro del ataúd.

Los restos fueron trasladados en la noche a la Casa de la Aduana para ser expuestos en Capilla Ardiente.

El coronel Pedro Rodríguez, jefe del estado mayor del Magdalena, emitió el primer documento oficial conocido, anunciando la muerte del “Sol de América”.  Todas las autoridades civiles y militares y la población en regio luto asistieron masivamente a las honras fúnebres.

El día 20 a las cinco de la tarde, se estableció para el entierro en la Catedral de Santa Marta en el panteón facilitado por la familia Díaz Granados, frente al altar de San José. 

El cortejo iba precedido por las cabalgaduras del Libertador, seguido de tres oficiales con sable en mano, una compañía de soldados del batallón Pichincha, inmediatamente el cadáver con sus condecoraciones colocadas.

El carruaje fúnebre fue llevado por dos generales, dos coroneles y dos comandantes; seguían los oficiales de la guarnición y personalidades.   Al llegar a la Catedral, las unidades militares realizaron los honores correspondientes.  Para sufragar los gastos requeridos, entre los amigos cercanos  recogieron menos de doscientos pesos.

La Partida de Entierro dice:

En el año del señor, a veinte de diciembre de 1830, yo, presbítero José Arenas, Cura Interno de la Catedral de Santa Marta, Certifico:   Que el señor Deán Don José Antonio Pérez, en unión del Ilustrísimo de esta sagrada Iglesia, dio sepultura eclesiástica en una bóveda de la referida Catedral al cadáver del Excelentísimo Señor General Libertador de la República de Colombia Simón Bolívar, natural de la ciudad de Caracas, viudo de la señora María Teresa Rodríguez del Toro.  Habiendo hecho testamento, se le administraron todos los Santos Sacramentos y llevó un entierro mayor con "siete posas" gratis, al que concurrieron todas las Corporaciones, Generales del Ejército, oficiales y demás sujetos de distinción de esta ciudad, con asistencia también del clero y señores curas comarcanos y para que conste lo firmo José M. Arenas”.

La palabra “Posa”, significa misa de responso, realizada en cada una de las siete paradas o altares, establecidas entre la Casa de la Aduana y la Catedral.

La lápida fue colocada meses después, donada   por el capitán Joaquín Márquez.

Los oficios religiosos en la Catedral los realizó el sacerdote caraqueño José Pérez de Velasco, mencionado en la Partida de Entierro.

Colombia pidió el corazón de Bolívar, el cual se enterró en un cofre al lado del féretro, al poco tiempo desapareció… debe estar esparcido en toda la América libre. 

El "Siempre Leal ", el general Rafael Urdaneta, Presidente Provisional de la Gran Colombia, emitió en Bogotá el 9 de enero de 1831, una conmovedora Proclama, anunciando la infausta noticia.  El 21 de enero de 1831, llegó la lamentable noticia a Maracaibo a través de la corbeta de Guerra "La Rosa" procedente de Jamaica y Curazao.

Los restos del Padre de la Patria tuvieron que esperar doce años para ser trasladados a Venezuela, según su voluntad testamentaria.


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