LOS INVISIBLES DE LA OPERACIÓN ZAMORA
Operación
Zamora es el nombre de la insurrección cívico-militar ocurrida el 4 de
febrero de 1992, bautizada de esta manera como homenaje a Ezequiel
Zamora, el General del Pueblo Soberano y líder de la Guerra Federal.
Zamora, junto a Simón Bolívar y Simón Rodríguez, inspiraron la fundación
del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200), organización
responsable de la ejecución de esta rebelión.
Han
transcurrido 32 años desde que apareció en las pantallas de los
televisores, un militar con boina roja, desconocido hasta ese momento,
diciendo: “Lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos
no fueron logrados en la ciudad capital… yo, ante el país y ante
ustedes, asumo la responsabilidad de este movimiento militar
bolivariano… vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse
definitivamente hacia un destino mejor”, frases cargadas de esperanza
que, junto al rostro mestizo del hombre que las pronunció quedaron
tatuadas en la memoria del pueblo, pero en esa memoria faltan muchos
datos, algunos relacionados con la Operación Zamora.
Se incorporan los invisibles (civiles)
Mientras
se encontraba entre las labores del campo y la reflexión política,
Kléber Ramírez, quien había sido dirigente estudiantil de la UCV,
miembro de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN),
organización guerrillera que combatió contra los gobiernos de Rómulo
Betancourt, Raúl Leoni y Rafael Caldera, fundador del Partido de la
Revolución Venezolana (PRV), intelectual e ideólogo de la izquierda,
además de profesor de la Universidad de Los Andes (ULA), un día del año
1990 se encontró con el teniente coronel Arias Cárdenas, quien sería uno
de los líderes de la Operación Zamora. Intercambiaron ideas, opiniones y
propuestas que generaron una relación política de mucha confianza.
Sobre
sus contactos y reuniones con Arias Cárdenas, Ramírez narra en su libro
Historia documental del 4 de febrero: “Terminé mi libro Venezuela, la
IV República, del cual, aún en borrador, le entregué una copia al
comandante Arias Cárdenas para obtener sus observaciones, a la vez que
le expliqué mi concepción del Estado venezolano y del proyecto que de
allí surgía. A partir de ese momento mis contactos con Arias Cárdenas
fueron fluidos. El libro salió de la imprenta en agosto de 1991 y
aproveché el hecho de su presentación en diferentes ciudades del país,
para establecer contactos e ir preparando la participación civil en la
insurrección que se gestaba, precisamente para que el movimiento no se
quedara en un simple golpe militar.”
Prosigue
Kléber: “No hubo tiempo de consolidar las posiciones civiles, porque si
militarmente se estaba trabajando desde hacía ocho años, en el campo
civil se trabajó escasos ocho meses. En este sector había mucha
reticencia; esto imposibilitó que en ese breve tiempo hubiéramos podido
construir estructuras para participar mancomunada y decididamente en la
acción”.
Febrero de Chávez y Kléber
El 4 de febrero de 1992, el pueblo conoció al Comandante Chávez como parte de un grupo de militares y civiles que ejecutaba un intento de golpe de Estado en Venezuela contra el entonces presidente constitucional, Carlos Andrés Pérez, quien había lanzado por órdenes del Fondo Monetario Internacional el programa económico de Miguel Rodríguez, su jefe de Cordiplan y presidente del BCV.
En este acto insurreccional hay que honrar la presencia de los movimientos sociales y de uno de los líderes más importantes en la lucha contra el puntofijismo: el merideño Kléber Ramírez Rojas, uno de los teóricos más influyentes en la visión política de Hugo Chávez.Su trajinar político se fundamentó en un proceso intelectual orgánico basado en la radical transformación de la realidad venezolana. Al respecto, señalaba que la crisis del Estado venezolano se resolvería solamente con la liquidación y entierro de ese Estado gomecista, creando uno nuevo: el Estado comunero.
Para Kléber Ramírez Rojas, la sociedad debe ser dirigida por los que trabajan realmente, no por los que viven del engaño a los demás. Para él, sería más conveniente crear una Fuerza Revolucionaria Socialista, con una estructura horizontal de amplia participación que apoye el proyecto del presidente y su gestión, hacia la conformación de una sólida estructura comunitaria, partiendo de la enseñanza hacia la transformación del hombre individual, hacia un hombre colectivo y políticamente formado; para qué entonces ese hombre nuevo y políticamente culto vaya desarrollando los núcleos comunales en función de un trabajo de Formación Socialista, humana, con una Educación Política integral de crecimiento sostenido y objetivos claros hacia la Patria nueva; llena de ciudades y nuevos espacios comunales, municipios federales; donde surjan las empresas de producción social que serían, en la medida del cumplimiento de los términos, empresas propiedad de las comunas formadas y preparadas en el conocimiento y manejo de las mismas.
Yoel Acosta Chirinos, teniente coronel
participante en el movimiento militar, dice acerca de los aportes de los
civiles a la rebelión: “Unos pensadores convocados por Arias: Luis
Cipriano Rodríguez, Kléber Ramírez, Núñez Tenorio, Pedro Duno, entre
otros, dieron forma a la base teórica y al programa de la democracia
participativa y protagónica”.
Baltazar
Ojeda Negretti. Comandante Elías, legendario guerrillero que participó
en la toma de la base aérea Francisco de Miranda (La Carlota) el 4F._
De izquierda a derecha Duglas Bravo y Baltazar Ojeda Negretti
La desconfianza
A
pesar de que históricamente ha existido en Venezuela vinculación de
miembros de la Fuerza Armada con los movimientos de izquierda, hecho
demostrado en los alzamientos como El Carupanazo, El Porteñazo
(insurrecciones militares contra el gobierno de Rómulo Betancourt), la
participación de Manuel Ponte Rodríguez, en las FALN, las organizaciones
de izquierda y los militantes revolucionarios cuando se les planteó, a
finales de 1991, incluso la misma tarde del 3 de febrero de 1992, la
necesidad de incorporarse a una insurrección armada que preparaban
oficiales del Ejército, muchos se negaron, otros se acercaron con dudas
pero al final se incorporaron.
Róger
Bastardo, militante de la Corriente Histórico Social (CHS), narra que
la tarde del 3 de febrero se presentó en la Facultad de Humanidades y
Educación de la Universidad Central de Venezuela (UCV) Carlos Lanz,
líder de CHS y veterano militante revolucionario; este convocó a una
reunión de emergencia en la Escuela de Filosofía a la que asistieron:
Luis Villafaña, Edgar Pérez (El Gordo), el mismo Bastardo, entre otros, y
luego de una larga discusión por la desconfianza que generaba articular
cualquier acción con miembros de las Fuerzas Armadas Nacionales que
habían masacrado al pueblo hacía apenas dos años, Lanz logra convencer a
los asistentes con el argumento de que Kléber Ramírez era el enlace con
los militares.
Las armas no llegaron
La
misión de este grupo consistía en controlar la Redoma de La India, en
La Vega, y neutralizar un comando de la Disip (policía política de la
cuarta república) que quedaba en Montalbán; la operación no pudo
ejecutarse porque las armas que debieron recibir no llegaron.
Algo
similar ocurrió en el 23 de Enero; los miembros de la Coordinadora
Simón Bolívar, Juan Contreras, Freddy Parra y Albert Reverón, tenían
conocimiento de la actividad que se desarrollaría en la madrugada del 4
de febrero, la misión de los militantes de la Coordinadora, cosa que ya
habían hecho en innumerables ocasiones, era controlar la avenida Sucre,
corredor que permitía comunicar al Palacio de Miraflores con los barrios
del oeste de Caracas y a su vez impediría la llegada de la Marina, que
no participaba de la insurrección.
Según
lo acordado con la dirección de la Operación Zamora, los líderes de la
Coordinadora Simón Bolívar debían presentarse en el Museo Histórico
Militar, hoy Cuartel de la Montaña, donde recibirían las armas. Parra,
Contreras y Reverón se presentaron: “Somos los lanceros de Páez”,
diciendo el santo y seña que les abriría el paso al comandante de ese
lugar, pero los centinelas no les permitieron comunicarse con el
teniente coronel que desde el Museo comandaba la operación de la toma de
Caracas.
Experiencia guerrillera
Carlos
Mejías, veterano combatiente revolucionario, miembro del Frente
Guerrillero José Leonardo Chirino, que estuvo combatiendo en las
montañas de Lara, Yaracuy y Falcón y en la guerrilla urbana en Caracas y
otras ciudades de Venezuela, en ambos frentes bajo las órdenes de
Baltazar Ojeda Negretti, relata: “La gente del MEP no tenía experiencia
militar, por eso me buscan y me nombran responsable militar de un grupo
llamado Simón Bolívar, entonces convoco a Baltazar y él convoca a varios
combatientes, entre ellos a un capitán retirado de la aviación de
apellido Brito y se involucran en el movimiento”.
Prosigue
Mejías: “La última reunión donde estuve con Chávez fue en San Antonio
de los Altos, el hombre pide apoyo para poder controlar la ciudad porque
no tenían suficiente personal, entonces me voy para el 23 de Enero y
busco a Juan Contreras, voy con Kléber Ramírez, conversamos con Juan y
él se incorpora, la misión de su gente era controlar la avenida Sucre,
así fui haciendo contactos y coordinando la participación de civiles.
Las operaciones militares de ese día requerían mucha gente y como La
Carlota es muy grande, nosotros nos fuimos para allá, el asalto lo
comandó Yoel Acosta Chirinos, que era teniente coronel, comandante del
Batallón de Paracaidistas José Leonardo Chirino, de Maracay. Los
civiles, entre los que estaba Baltazar, éramos un grupo de 30 personas
que nos apostamos en el estacionamiento del CCCT, un poquitico antes de
las 12 observamos el inicio de la operación y de inmediato procedimos a
tomar la entrada principal de la base aérea; como Baltazar había sido mi
comandante en la montaña y en la guerrilla urbana, yo le tenía mucho
respeto, él terminó dirigiendo la operación. Logramos tomar la entrada
sin hacer un solo disparo, ahí quedamos tres personas, Baltazar se fue
con un grupo para la comandancia, fueron llegando oficiales leales al
gobierno y nosotros los íbamos poniendo presos, incluso detuvimos al
comandante general de la aviación Eutimio Fuguet Borregales, pero de eso
nos enteramos después porque no lo conocíamos, los desarmamos y los
subimos a un autobús que llenamos de puros oficiales presos. Baltazar
detectó a unos oficiales que estaban escondidos en un sótano y decidió
sacarlos con gas lacrimógeno, también los rendimos a todos, logramos
tener el control de la mayor parte de la base”.
El repliegue
“Habíamos
perdido las comunicaciones con el resto de los participantes en la
rebelión. No sabíamos lo que estaba pasando en el resto de la ciudad, la
toma del Palacio (Miraflores) había fracasado pero no lo sabíamos, de
pronto observamos una columna de tanques que venía por la autopista y le
pregunto a Yoel Acosta Chirinos, que era el jefe de nuestra
comandancia, si esos tanques eran nuestros; el hombre me dice que no
sabe porque no se ha podido comunicar con nadie, eran casi las 6 de la
mañana”, cuenta Mejías.
“Nos
vamos para la prevención y llega un general en un tanque y un teniente
rebelde que está a mi lado me dice que en el movimiento no hay
generales, que el grado más alto es teniente coronel, los tanques entran
sin resistencia a la pista, más atrás venía una columna de carros de
combate pero nadie les dispara, al rato se prendió el tiroteo, hubo
plomo de todos los calibres, la Operación Zamora había fracasado”.
“En
un momento llamo a Baltazar y le digo que debemos retirarnos y el
hombre se molesta y me dice ‘¡¿Estás cagao?, yo me quedo!’. Yo me retiré
con un grupo que se había incorporado que venía de El Cementerio, monté
a la gente en varios carros y yo me fui de último. Logré retirarme con
unas armas que luego se emplearon en el alzamiento del 27 de noviembre”.
También en Carabobo
Estudiantes
de la Universidad de Carabobo (UC) y del Tecnológico de La Manguita en
Valencia, también participaron en la Operación Zamora, allí cayeron
asesinados a manos de la policía de ese estado gobernado por Enrique
Salas Römer: Gilberto Peña, estudiante del entonces Tecnológico de La
Manguita; Columba Guadalupe Rivas Bracho, Ángel Alberto Ruiz y José
Hildemaro Zerpa Miota, estudiantes de la UC.
Con las botas puestas
El
7 de septiembre de 1992, en el aeropuerto La Chinita, en el estado
Zulia, cae en combate Baltazar Ojeda Negretti, comandante Elías,
mientras trataba de tomar una aeronave para liberar, porque estaba preso
en la cárcel de Yare, al líder de la Operación Zamora, al oficial de la
boina roja, al mismo que había dicho “Por ahora”, recuperando para el
pueblo la esperanza perdida, al que dejó de ser un desconocido para
convertirse para siempre en el Comandante Chávez.
Seis
años, 10 meses y 2 días después del 4 de febrero de 1992, vinieron
nuevas situaciones y el país se enrumbó definitivamente hacia un destino
mejor.
Jesús Arteaga
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